El Colegio Alma Muriel de las Esclavas de la Inmaculada Niña, desde su fundación por el Padre Federico Salvador y Ramón junto con la Madre Rosario Arrevillaga Escalada, quienes el 23 de Febrero de 1901 en la Cd. De México fundaron la congregación “Esclavas de la Inmaculada Niña”, han cumplido con su misión de formar una comunidad educativa integral en los diferentes haberes, tanto científicos, tecnológicos y culturales en niños y jóvenes, para que sean constructores de una sociedad cada vez más sólida, justa, democrática y responsable, así como fomentar en ellos el amor por la Virgen Niña y a su vez valores; tanto humanos como éticos.
¡Forma parte de nuestra comunidad educativa en Querétaro!.
El Siervo de Dios Federico Salvador Ramón nació en Almería (España), el 9 de marzo de 1867, y murió en San Diego (California), el 13 de marzo de 1931, después de vivir entre España y México.
Primogénito de don Federico Salvador Alex y doña Francisca Ramón Visiedo. Su padre era impresor, hombre justo, de gran corazón y extraordinaria caridad; doña Francisca, dedicada a las labores del hogar, velaba con ternura y fortaleza la educación de sus dos hijos. La impronta que sus padres dejaron en Federico, fue notoria y palpable a lo largo de toda su vida.
Sus estudios eclesiásticos fueron, prácticamente todos, con sobresaliente o meritissimus y varios premios de honor. Su vida en el seminario estaba centrada en dos grandes amores: La Eucaristía y la Virgen, y caracterizada por las prácticas ascéticas tradicionales. Su devoción a María la aprendió de su madre, cuando ésta lo llevaba de la mano a postrarse ante el altar de Ntra. Sra. del Mar, patrona de Almería, en el templo de los dominicos. Su aguda inteligencia destacaba entre sus compañeros, que lo tenían en gran estima y entre los que se acrecentaba su fama de santidad.
Fue ordenado sacerdote el 20 de diciembre de 1890, en la iglesia de Santo Domingo. Tenía 23 años y 9 meses. Fue nombrado capellán de “Las Puras” de Almería. Vivió austeramente en el cuarto destinado al portero y del convento le pasaban la comida que él compartía, con frecuencia, con los pobres, comiendo, incluso, con la misma cuchara. Siendo sacerdote continuó la labor que hacía ya hacía de seminarista: iba a los barrios para dar catequesis a los niños. El 4 de septiembre de 1894 obtuvo la licenciatura en sagrada Teología en la Universidad Pontificia y Real Seminario de San Cecilio de Granada.
El año 1894 fue importante en la vida de Federico. En este año se produjo un cambio decisivo en su vida espiritual, caracterizada por un serio afán de radical entrega a Dios. Día clave fue el 28 de abril de 1895, festividad del Buen Pastor. Se sintió llamado por Dios para realizar una misión específica en el pueblo de Dios. Advierte de inmediato la infinita santidad de Dios y la propia mezquindad. Esto determina en Federico una época de fervor extraordinario y de grandes penitencias. Entonces concibe las ideas principales que fueron el ideal de su vida apostólica y el móvil de todas sus empresas posteriores. En esta experiencia mística, descubre la gloriosa servidumbre de los hijos de Dios. Desde esta palabra de Dios releerá toda la Sagrada Escritura y los acontecimientos de toda su vida. Al lado de Cristo, estará siempre la Virgen, que le irá indicando que haga lo que él le diga.
Entró en la “Asociación piadosa de sacerdotes seculares”, porque allí estaba el hombre, en cuyo servicio pensaba que realizaría su identidad profunda de esclavo de la Inmaculada, don Manuel Domingo y Sol. “Seré Operario en ministerio, para ayudar a los Sacerdotes en los trabajos de su Parroquia”.
Destinado a Roma para desempeñar el cargo de vicerrector del Colegio Español, llegó el día 8 de octubre de 1896. A petición de don Ramón Ibarra González, obispo de Chilapa, que pidió Operarios para su diócesis y la disponibilidad para ir del padre Federico, fue enviado a México. El padre Federico, caballero andante de la Palabra de Dios, fue lanzado, por el señor obispo de Chilapa, a una misión evangelizadora, a gran escala, por toda su diócesis. Desde finales de abril de 1899 hasta enero de 1900 recorrió el Estado mexicano de Guerrero de pueblo en pueblo.
Había encontrado su identidad profunda de esclavo de la Inmaculada, al servicio directo de la Palabra de Dios.
Tras la muerte de la Madre Magdalena de San José, en 1860, nació una niña en México llamada María del Rosario, quien sería crucial para difundir la devoción a la Divina Infantita en el mundo. Sus padres, muy piadosos y con el profundo deseo de tener otra hija, rezaban fervientemente el Rosario a diario para que Dios les concediera ese milagro, y así fue como ella llegó como una bendición del cielo. Desde pequeña, María del Rosario demostró una gran devoción por la Virgen y un talento para rezar, ganándose el cariño de todos a su alrededor.
La interacción de María del Rosario con la imagen de la Divina Infantita fue muy especial. La adolescente mostró un amor profundo por la imagen, cuidándola con esmero y considerándola una verdadera princesa celestial. Inspirada por su fervor, expresó su deseo de hacerla conocida en todo México, anunciando milagros y una futura construcción de un templo en su honor. Desde ese momento, ella comenzó a dar a conocer la devoción, reviviendo la fe y la alegría en la comunidad.
A pesar de su pobreza, María del Rosario se dedicó a venerar a la Divina Infantita con gran sencillez y confianza. Sin recursos para comprar aceite, le pidió a la Virgen que intercediera y que la ayude a conseguir lo necesario mediante la fe de los vecinos y amigos. La devoción creció con las ofrendas y la dedicación de las personas, quienes construyeron un pequeño altar que se convirtió en un lugar de encuentro espiritual lleno de alegría, piedad y milagros.
La joven fomentó en su comunidad un amor sincero y humilde hacia la Divina Infantita, celebrando con fervor sus festividades y promoviendo la oración del Rosario. Su cariño por la Virgen inspiró acciones simples pero llenas de amor, como aspirar los perfumes de flores para ofrecerles a la imagen. La devoción de María del Rosario, combinada con su sencillez y fe profunda, logró que la imagen de la Divina Infantita se convirtiera en un símbolo de milagros, esperanza y amor en México y más allá.
Hija del Ing. J. Luis Orellana y Virginia Murguía. Nació en San Luis Potosí el día 8 de Mayo de 1898, siendo bautizada y confirmada en la misma fecha con el nombre de María Teresa de los Ángeles.
A la edad de tres años ingresó al asilo de las Esclavas de la Divina Infantita. Hizo su primera comunión el 15 de Agosto de 1904 en Tacubaya, D.F. Ingresó al convento el 7 de octubre de 1913 con el nombre de María de San José y su Profesión Religiosa fue el 25 de diciembre de 1915.
En Querétaro fue superiora del Hospicio Vergara desde el 10 de enero de 1950 a 1959. Fundó el colegio Alma Muriel el 8 de febrero de 1954.
Se distinguió principalmente por su sencillez, observancia religiosa, amor a Jesús Sacramentado, a la Inmaculada Niña y a su Congregación, donando su vida entera en una entrega generosa al servicio de la niñez y juventud necesitada moral y económicamente.
Murió el 11 de enero de 1978 a los 79 años de edad y 63 de profesión religiosa.
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